El alcohol

No es igual un alcohólico que un borracho. No es lo mismo alguien que tiene realmente una enfermedad con síntomas incluso físicos que el que sale los fines de semana y se pone hasta las cejas porque cree que es el único modo de divertirse. Me niego a comparar a las personas que he conocido con problemas de alcoholismo con cuatro energúmenos que beben de más para envalentonarse.

Odio que la gente se oculte tras la palabra "alcoholismo" y odio que muchos maltratadores se excusen bajo este pretexto, cuando en ocasiones no tienen ninguna dependencia respecto al alcohol. Odio que el alcohol sea lo que usan muchas personas maltratadas para disculpar el comportamiento de su agresor y odio que las personas que realizan actos violentos culpen de ello a la bebida.

No todos los maltratadores beben, ni todos los alcohólicos maltratan.

En mi caso, mi pareja sí que bebía, y mucho, pero no era alcohólico. Simplemente y en palabras suyas, los hombres tienen que beber mucho y aguantar sin caerse al suelo. Yo también le disculpaba y me decía a mí misma que tenía que comprenderle, que estaba toda la semana trabajando y que le apetecía divertirse y tomarse algo con los amigos... aun cuando las consecuencias fuesen nefastas para mí, claro...

Cuando aparecía bebido, nunca sabía qué era lo que iba a pasar, se volvía completamente impredecible. Por lo general, solía recibirme con un golpe, que podía variar desde un empujón que me tiraba al sofá hasta un puñetazo en la mandíbula o una patada donde mejor le viniese. Ni me saludaba. Después, me pedía que le diese algo de comida o que le trajese más cerveza. Si me negaba a cualquiera de las dos cosas, me echaba al descansillo. En una ocasión, no había más alcohol en casa así que, a pesar de que eran las dos de la madrugada, me dio 10 euros y me echó a la calle, diciéndome que no volviera sin cerveza o whisky. Estuve durante una hora recorriéndome media ciudad, buscando locales de chinos abiertos, pero no encontré nada. Volví y llamé al telefonillo para que me abriera, porque obviamente no tenía las llaves, y me dijo que no pensaba abrir si no traía alcohol; después reflexionó y dijo: "Vale, entonces sube que te voy a pegar". Yo subí, pensando que no cumpliría su promesa, pero sí que lo hizo.

Este tipo de situaciones me llevaron a beber a mí también, ya que era la mejor manera que encontré para soportarlo. Por supuesto, creo que no hace falta que diga que nunca me planteé dejarle. Cuando se acercaba el momento de que llegara a casa, yo empezaba a beber y a beber, por lo que muchas veces nos encontrábamos los dos hasta arriba de alcohol. Las situaciones, entonces, eran mucho más violentas, porque yo me envalentonaba, le provocaba y le insultaba a gritos, dándome igual si me mataba o no. Reaccionaba a sus golpes con más golpes y al final, era peor el remedio que la enfermedad, porque además acabábamos en la cama, practicando un sexo repleto de violencia y humillaciones que aún hace que se me llenen los ojos de lágrimas de vergüenza.

Desde entonces, no soporto las situaciones en las que el alcohol es quien domina y siento adversión hacia la gente bebida.

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He creado este espacio para poder compartir las experiencias que tuve hace años, todas aquellas situaciones que viví, no sólo para que me sirvan de exorcismo, sino para que quien lo lea, intente comprender qué es lo que se vive cuando estás inmerso en una situación de maltrato.

Porque hay muchas barreras y obstáculos que superar todavía.

El primero y más importante, está en nuestra mente.

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